Yoyei escribió: ↑Lun Ene 16, 2012 11:08 am
El ritmo circadiano
No le dedico tiempo a estudiar un tema porque sí, siempre es el resultado de alguna pregunta. En este caso no comprendía porqué mi rutinaria costumbre de levantarme a las 7 de la mañana la llevaba sin problemas durante casi todo el año excepto finales de otoño e invierno, que me costaba horrores abrir los ojos.
¿Por qué será?, realmente no he modificado mis hábitos de cena y hora de meterme en el sobre…
En la naturaleza existen distintos ciclos que se repiten. El ritmo anual marca las estaciones y los períodos de cosecha, por poner un ejemplo; el lunar la menstruación y el ritmo circadiano es el ciclo biológico regulado por la luz: o sea, los procesos metabólicos con el que nuestro cuerpo responde al día y la noche.
Existe una fase matutina que comienza cuando nuestros ojos detectan el amanecer y una nocturna que se produce cuando notamos que empieza a disminuir la luz solar.
Lo siento por aquellos que pensaban que esto del circadiano es la fórmula perfecta para saber el ritmo para subir a la Reina en menos de 45'.
Nos puede gustar o no, nos puede convenir el horario o venirnos fatal, podemos adaptar nuestra rutina a este ritmo o ir a nuestra bola, pero ir en contra del ritmo circadiano es ir contra nuestros mecanismos biológicos, lo que causa a la larga trastornos severos físicos y psíquicos (estrés, depresión, envejecimiento prematuro, problemas de regeneración física, agotamiento,…, la lista de posibles problemas es enorme)
Básicamente, y para no enrollarme demasiado, nuestros ojos detectan la luz solar del amanecer enviando una señal al cerebro que responde con un "a despertarse", activando nuestro cuerpo a base de inyectarnos en vena ciertas hormonas que nos van a poner las pilas paulatinamente y a transmitirnos un estado de alerta: adrenalina, dopamina y cortisol, sobre todo.
Esto causará el efecto que ya os imagináis y que todos sentimos al levantarnos: poco a poco nuestro organismo empieza a activarse y a poder pensar con más claridad. Es curioso, este efecto incluso se compara entre individuos midiendo la presión que podemos hacer al apretar un objeto por la mañana; cuanto mayor sea, antes estamos dejando atrás los efectos del aletargamiento de nuestros músculos.
El caso es que, y ya pasamos a la alimentación, aquí encontramos la causa principal por lo que el desayuno es una comida fundamental del día.
Ese despertar físico y mental implica la necesidad de consumo rápido de una cantidad importante de energía. Si al cabo de 15 minutos de despertarnos no comemos nada (no vale un café pelao), nuestro organismo comenzará a solicitar las pocas reservas que le hayan quedado al hígado tras el festín nocturno que se pega el cerebro mientras el cuerpo duerme.
Si transcurren otros 15-30 minutos y seguimos sin comer nada, estamos comprando todas las papeletas para cagarla.

Se necesita energía sí o sí, así que se vayan preparando esos estupendos y duramente conseguidos músculos porque la vamos a conseguir quitándosela a sus proteínas.
Resumiendo, si no desayunamos pronto y bien, usaremos nuestra propia masa muscular para mantener el consumo energético que requiere nuestro despertar matutino... que no es poco.
Esta etapa es prácticamente la única del día en la que un chute de azúcares se puede asimilar medianamente bien. No significa que haya que comer dulces y bollería (sobre todo si luego vas a salir con la bici), pero si eres un goloso sin remedio, tómalos para desayunar y evítalos el resto de la jornada.
Guarrerías aparte, es fundamental una carga de hidratos y proteínas por la mañana para satisfacer la demanda del organismo.
Un desayuno deficiente hará que salten las alarmas y que el cerebro destine hasta el 80% de su energía y recursos en conseguir glucosa para todo el cuerpo, que empezará a necesitar cada vez más conforme avance el día. ¿Resultado? Pues que la materia gris se queda solo con un triste 20% para las funciones propias de su categoría profesional: pensar.
Ahí tienes la respuesta al porqué los niños que van con un bollycao al colegio luego sacan las notas que sacan...
Al cabo de poco tiempo, y gracias a ese estupendo desayuno, estaremos totalmente preparados física y mentalmente para rendir al máximo. La adrenalina nos pone alerta, incrementa nuestra presión arterial y pulsaciones, aumenta los reflejos y los sentidos y, además, afrontamos las cosas con mayor claridad y fuerza física.
Eso sí, quienes tengan cualquier tipo de trastorno cardíaco deberían evitar hacer esfuerzos físicos intensos por la mañana y dejarlos para la tarde precisamente por esto, se elevan drásticamente nuestras constantes vitales y la presión sanguínea, pudiendo ser perjudicial incrementarla aún más realizando grandes esfuerzos.
¿Y qué pasa por la tarde? Pues justo lo contrario, como es de esperar.
El cerebro, que siempre está metido en todos los fregados, recibe la señal de baja luz solar a través de los ojos y empieza a regular de nuevo el metabolismo bajando el nivel de las hormonas que vimos antes y subiendo el de otras, como la serotonina.
Esta hormona es la encargada de acercarnos cada vez más al estado de sueño. Nos transmite tranquilidad, relax, ganas de sentarnos y todo eso que ya sabemos cuando nos entra "la torta" después de un día de dura actividad.
Curiosamente, es durante la fase de la tarde, con poca luz ambiental, cuando nuestro cuerpo es más receptivo a ejercicios puramente aeróbicos (sin intensidad importante), de ahí que sea el momento recomendable para los que, como dije antes, flojean un poco de la patata (entiéndase, corazón).
"Bueno, pero a mi me gusta más entrenar con la fresca y darme mis buenos calentones a última hora de la tarde". Hombre, si no se tiene otro momento... pero vamos, que es ir contra nuestro ritmo biológico por mucho que queramos convencernos de que nos viene muy bien. Ahí puede entrar nuestro poder de autopersuasión, que a veces es muy dañino al llevarnos por un camino que se aleja de nuestra naturaleza.
Por lo pronto, el rendimiento a última hora de la tarde no es el mismo (ojo, estamos hablando cuando ya empieza a notarse la falta de luz), por no hablar de que una actividad física intensa va a afectar a nuestro sueño nocturno y a las VITALES funciones regenerativas que se producen al dormir.
Y hablando de poco antes de irnos a la cama, ¿que te metes entre pecho y espalda para cenar? No me lo digas, que lo adivino. Has entrenado duro y mañana toca más paliza así que la respuesta es una enorme cantidad de hidratos (algunos incluso de alto índice glucémico como el que aportan buena parte de las pastas) y azúcares.
Pues que sepas que el no comer acorde a nuestro ritmo biológico real es otro de los efectos colaterales de centrar el deporte como un machaque y estresante entrenamiento que me ha hecho cambiar mi visión sobre cómo deberíamos ejercitar nuestro cuerpo de una manera más saludable. Ya os hablaré/aburriré de todo esto más adelante.
A esa hora, la de la cena, nuestro cuerpo ha bajado drásticamente los valores de adrenalina, cortisol e insulina en el cuerpo. El metabolismo ha caído tan en picado como la capacidad de la insulina de llevar la glucosa a las células, por lo que la almacena... como grasas o se queda en sangre (que no sabe uno qué es peor).
Durante la noche, la hormona del crecimiento usa como fuente de energía para la recuperación y regeneración la que ya teníamos previamente almacenada como grasa, funcionando como un verdadero adelgazante nocturno. Cenar productos ricos en azúcares significa que nos cargamos este proceso, haciendo que en lugar de usar la grasa de reserva usaremos la que le estamos aportando, engordando mientras dormimos.
Para cenar, no hay nada como verdura y algo de proteína, combustible fundamental para el cerebro mientras duerme.
Sé que cuando hablamos con un dietista o llevamos algún tipo de escrupuloso régimen para adelgazar o rendir más físicamente, nos centramos en qué comemos, pero no siempre en cómo y cuándo.
Las cosas suelen ser mucho más fáciles de lo que parecen, tan sólo tenemos que escuchar a nuestro cuerpo.
Amenazo con seguir con otros artículos